Mis tres rayos de sol me conocen.
Mientras preparamos la cena pregunto:
"Chicos, ¿nos hacemos una foto?. He pensado a un artículo para el blog".
Y Anna, riendo, empieza a describir exactamente lo que quería escribir.
Está claro que ahora tendré que cambiar el texto.
Durante la cena, Anna levanta la vista sin decir ni insinuar nada.
Digo: "Chicos, le podeis pasar el salmón a Anna, por favor".
"Papá, ¿cómo sabías que quería salmón?"
"Porque te conozco".
Pero debería haber contestado: "Lo sabía igual que tu sabías el artículo que quería escribir en el blog".
Con los chicos nos conocemos bien.
No necesitamos decir mucho para entendernos.
Hoy me levanté temprano, aunque fuera domingo.
Teudis tenía partido de fútbol.
Mientras desayunaba me di cuenta de lo que iba a escribir.
No he podido escribir lo que Anna tenía en mente.
Su comentario me ha hecho mejorar.
No voy a hablar de cocina, del pastel que hicimos ayer o de cómo inventamos el poké casero.
Hablaré del "TIEMPO".
Recuerdo perfectamente al padre de un compañero de fútbol.
Jugamos juntos desde los 12 hasta los 16 años.
Su padre siempre venía a los partidos con el periódico.
En cuanto se sentaba en las gradas, empezaba a leerlo. Lo cerraba con el pitido final.
El padre de mi compañero estaba allí.
Pero no estaba realmente allí.
Estaba dentro del periódico.
Recuerdo un viaje a Pian dei Resinelli (montaña cerca de Como) con mis tres rayos de sol.
Fue nuestra primera salida en autocaravana en la que incluso bloqueamos la carretera por culpa de un árbol que sobresalía.
Al final de la caminata llegamos a un maravilloso mirador donde decidimos comer.
Una pareja llegó y se quedó allí, tal vez, 40 minutos.
Sacó su teléfono y lo llenó de selfies: mirada sexy, pelo arreglado, boca sensual y demás.
"Qué lugar tan hermoso, amor, ¿me llevarás aquí de nuevo?".
Nos dijimos: "¿para qué querría venir aquí otra vez? Nunca ha disfrutado del lugar".
Ella estaba allí.
Pero no estaba allí.
Estaba en las redes sociales.
Tengo a alguien en mente. Es un hombre que quiere hacer carrera.
Está en ese momento de la vida en el que la realización personal se impone a las otras cosas.
Contrató a una niñera que está con sus hijos ocho horas al día.
Casas. Vacaciones. Coches. Teléfonos. Lo tienen todo.
Esta persona está ahí.
Pero no está ahí.
La niñera cría a los niños.
La persona está demasiado preocupada por su carrera.
El tiempo.
El tiempo pasa inexorablemente. No hay alternativa.
No podemos detenerlo. Pero a menudo podemos elegir cómo utilizarlo. Y con quién.
Quiero a mis hijos. Los que me conocen lo saben.
Intento darles toda la calidad posible en nuestro tiempo.
He dicho calidad. La cantidad no siempre es una opción. Lo sé.
Espero no leer el periódico durante los partidos de Teudis y Jordi.
Y estar allí si Anna hace una obra de teatro.
No es casualidad que Teudis se ría en la campo porque me escucha en la tribuna haciendo un chiste que ha escuchado mil veces.
Yo no estaba leyendo el periódico. Lo estaba mirando a él. Y animaba al equipo.
No es casualidad que Anna sepa lo que voy a escribir o que yo sepa que quiere salmón para cenar. Nos miramos todo el tiempo.
No es casualidad que Jordi quiera ayudarme con la compra y se acuerde de las cosas que faltan en la casa. Es pequeño pero atento a las necesidades de todos.
Tiempo.
Calidad. No sólo la cantidad.
Con los chicos. Con la pareja. Con los amigos. Con los colegas. Con nosotros mismos.
Por eso fue tan bonito ver a los hijos hacer la tarta para comer hoy en casa de unos amigos.
O por eso fue tan agradable hacer la lista juntos, comprar y luego cocinar el Poké que comimos el sábado por la noche.
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