Todo comenzó en marzo de 2018, cuando en mi lista de ideas, en el punto 2, escribí: '"Hacer el Camino de los Dioses".
Todo volvió a empezar a finales de diciembre, cuando Nicolo me dijo:
"Me han dado una semana más de vacaciones. Creo que haré el Camino de los Dioses:
Y yo: "¡Oye Nico, yo también vengo!".
El 3 de enero partimos.
Nicolo, el joven de 26 años. Y yo, el viejo de 43 años.
Una extraña pareja para emprender juntos una aventura invernal, en tiendas de campaña, para recorrer los 130 km que separan Bolonia de Florencia en los Apeninos tosco-emilianos.
RECORDARÉ la belleza de subir a San Luca para iniciar el Camino.
RECORDARÉ la acogida de los boloñeses que, al vernos con nuestras mochilas, nos contaron sus experiencias en el camino.
RECORDARÉ las tres primeras noches de mi vida en una tienda de campaña , el arte de usar un saco de dormir y aprender de una persona joven pero con más experiencia.
RECORDARÉ las largas, profundas e intensas charlas entre nosotros. Caminamos durante horas, muchas horas. Y todas esas horas, o casi todas, las pasamos hablando de todo y más.
RECORDARÉ el maravilloso, conmovedor, fantástico y mágico que encontramos en el Monte Adone. Las espléndidas montañas delante. La niebla, abajo. El viento, en todas partes. No hay palabras para describir ese lugar.
RECORDARÉ las largas subidas llenas de barro, los resbalones y la ayuda de los bastones.
RECORDARÉ las muchas horas que caminando con el frontal y buscando señales para no perdernos. Caminar de noche en medio de la nada es realmente fascinante.
RECORDARÉ los maravillosos espaguetis con salsa de tomate, judías, queso grana y unas cuantas nueces que comimos la primera noche en la tienda.
RECORDARÉ el local del cementerio alemán de la Segunda Guerra Mundial en el Monte Futa, donde nos secamos y comimos después de estar casi dos horas bajo el agua.
RECORDARÉ cuando nos perdimos en el bosque por la noche en medio de la niebla y de una gran tormenta y decidimos seguir un río hasta el valle, llegar a la fábrica del agua de Panna y preguntar cuál era el lugar más cercano para poder dormir.
RECORDARÉ cuando Ennio vino a recogernos a 3 km de su B&B porque se dio cuenta de que teníamos frío y estábamos mojados. Y recordaré lo inesperadamente hermoso que era ese lugar.
RECORDARÉ que en Madonna dei Fornelli, mientras cenábamos, el propietario del hotel Poli nos ofreció montar nuestra tienda en su jardín. Por la mañana con sólo 5 euros nos dió el desayuno y nos trató como si fuéramos huéspedes del hotel. Saqueamos su buffet.
RECORDARÉ con cariño Susanna y su lugar encantado, donde con una gran sonrisa nos hizo comer tortellini caseros, con su ricotta y albahaca, y otros platos.
RECORDARÉ que en San Piero a Sieve nos ofrecieron una botella entera de licor después de comer porque el dueño había hecho el viaje unos años antes. Reconozco que los primeros pasos de la tarde no los hicimos un poco "torcidos".
RECORDARÉ el lugar donde dormimos la última noche y el paisaje por la mañana. La tienda tenía hielo pero apenas lo notamos. Estábamos boquiabiertos ante la indescriptible maravilla que teníamos delante.
RECORDARÉ la Vetta Croce, los palas eólicas, el fotógrafo que buscaba las águilas, el hombre de pelo rizado de Turín que se retiró con un problema en la rodilla, o la señora con dolor de estómago que parecía poseída.
PERO SOBRE TODO, recordaré lo bonito que es conocer lugares y personas.
He aprendido que ciertos encuentros con el mundo y con nosotros mismos sólo pasan si estamos en movimiento.
Se que si nos movemos y si abrimos los ojos el mundo se vuelve muy hermoso.
He vuelto a ver cómo las personas son lugares increíbles. Y que nosotros también podemos ser lugares increíbles para los demás.
Y sobre todo recordaré cómo en cada encuentro hay el mundo entero.
Aunque sea entre un hombre de 43 años y un chico de 26 que han vivido en total armonía durante días en medio de la nada.
Pero en realidad han vivido en el centro de todo.
Gracias Nicolo.
Si el Camino de los Dioses ha sido tan hermoso, también es gracias a ti.
Ha sido bonito gracias a nosotros.
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