El Pincha Uvas
22 dic 20203 min
Mi madre falleció en 1999.
Mi padre falleció en 2001.
Yo era un niño.
Crecí y me reconstruí mil veces.
He vivido siete vidas. Como un gato.
Ella representaba la familia, el amor, la dulzura, la atención, los abrazos.
Es una pena que desde los 14 años viviera lejos de mí.
Y luego se fue para siempre demasiado pronto para aprender más de ella.
Y al mismo tiempo lo odiaba.
Sentía amor y odio. Como le pasa a mucha gente.
Fuera de la casa, era un hombre con un carisma gigantesco. Era una presencia.
Era un punto de referencia donde quiera que fuera.
Dentro de las paredes de nuestra casa transmitía presión, expectación, rigidez, seriedad, silencio.
Pero me habría matado por él.
Todo lo que experimentamos, lo que nos pasa, lo que superamos, nos hace ser quienes somos.
Todo lo que vivimos conlleva un profundo bien.
Y sólo lo veremos si miramos profundamente.
El "bién" está ahí aunque el paisaje se vea todo negro.
Es absurdo. Es inesperado. Puede que no me creas. Pero es verdad.
He vivido muchas cosas.
De niño, de adolescente y de adulto.
Y durante todo el tiempo que he podido rascar bien la superficie, siempre, siempre, siempre he encontrado algo bueno para mí.
Incluso en la falta de luz. ¡Incluso cuando estaba luchando por respirar o viviendo en apnea!
Todo debe ser mirado, profundizado, vivido.
Nada es así porque "siempre ha sido así".
Nunca debes decir "esto existe porque siempre ha existido".
Al diablo con esas frases que odio cada vez que las escucho.
Pienso mucho en no dar las cosas por sentado.
El día 20 de diciembre habría sido el cumpleaños de mi padre. No puedo darle un beso.
Y tampoco podré celebrar nada con mi madre.
Me gustaría que vieran cómo soy.
Me gustaría un abrazo. Una charla.
Ojalá supieran cómo pienso y qué hago.
Ojalá pudieran ver cómo "soy padre para mis tres rayos de sol".
Y me gustaría tanto que pudieran estar con ellos.
No des nada por sentado.
Y no lo hagas tu que estás leyendo este artículo.
¿Te toca hacer una Navidad a distancia? No hay problema. ¡Habrá mil más!
¿Tienes un padre no entiendes? Mírate a ti mismo desde fuera. Hazlo como Patrick Swayze en Ghost. Y encontrarás la llave. Tu padre te quiere. Apuesto todo lo que tengo. Probablemente él no lo sabe demostrar. No sabe cómo se hace. A mi padre le pasaba. Ayúdalo tu.
¿Tienes una mamá?
¿Tienes un hermano?
¿Tienes una hermana con la que no has hablado en mucho tiempo? ¡Llámala!
¿Tienes un marido o una esposa?
¿Tienes hijos?
No des nada por sentado. ¡NADA!
Ahora, mientras lees este artículo, piensa en lo que tienes, aunque sea agotador. Y da las gracias.
Vete con las personas que amas y abrázalas, bésalas. O hay una videollamada y díselo.
Me gustaría decirle a mi padre que le quiero -pero él era consciente de ello-.
Me gustaría agradecer a mi madre que me dejó en custodia su dulzura y simplicidad.
Me gustaría. Pero no puedo hacerlo.
Con mi hermana hemos aprendido a decirnos cosas que nunca nos habríamos dicho antes.
No abandones a las personas que quieres.
Haz un esfuerzo. Sé consciente de la belleza que te rodea.
No hay distancia, pandemia o dificultad que pueda secar un corazón que siempre está mojado.
T'estimo papa.
T'estimo mama.